Toda experiencia de IA debería empezar en el mismo punto: un problema de negocios. Esto significa que se debe encontrar a la persona adecuada para dirigir la iniciativa de IA: no el CIO, sino el CEO, no los expertos en tecnología, sino los expertos en negocios.
Abordar la inteligencia artificial desde una perspectiva de empresa puede ser una tarea no menor, porque no todos los problemas, tecnologías y soluciones de la inteligencia artificial son iguales, y escoger el enfoque correcto puede provocar el éxito o el fracaso en la introducción de la IA.
Un aspecto importante a tener en cuenta es considerar la posibilidad de un enfoque por fases que permita probar y decidir sobre las tecnologías tan rápido como sea posible.
Al querer subir a estandares más avanzados de tecnología aparece el mito de que hay que tener expertos en electrónica capaces de entender los transistores que ejecutan la planificación de recursos de empresa (ERP). En el mismo escenario probablemente tampoco se necesiten expertos en los algoritmos en que se basa la IA. En ese sentido algunas de las primeras suposiciones de contratación de IA son que hay que traer a un experto en IA o contratar a un científico de datos de primer nivel lo cual es un error.
Una metodología de aproximación que ha sido exitosa en las empresas que han emprendido el viaje a la IA es partir de la propia experiencia, no mirar lejos a otro lado, ver en qué áreas de la empresa la tecnología está siendo más requerida, localizar los puntos débiles y la posición en el mercado intentando encontrar la forma de integrar la IA a la propia experiencia. La etapa siguiente es buscar a los expertos en IA para empezar a trabajar con los especialistas en negocios. Esa conversación debería girar siempre alrededor de los problemas de negocios y centrarse en lo que la IA puede hacer para definir las preguntas y cómo resolver los problemas de negocios. Luego se puede empezar a pensar en las tecnologías y la estrategia de implantación.
El enfoque para la implantación de la IA debe ser tan ágil y eficiente como sea posible, teniendo en cuenta la velocidad a la que evolucionan las tecnologías de inteligencia artificial. Una diferencia de más de seis meses entre la idea y su implantación puede ser errónea ya que esa es la velocidad de cambio de la tecnología.
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