Por impresionante que parezca, en los años 70 el uso de la IA disminuyó por ser considerado anticuado y ridículo. El término Inteligencia Artificial volvió a ponerse de moda en los años 90 por razones publicitarias, de marketing y comerciales pero sin ningún progreso real salvo en lo que se refiere a la potencia de los modelos matemáticos.
La IA se describe a menudo como la fuerza motriz de las innovaciones actuales. Naturalmente produce entusiasmo y grandes expectativas. Los computadores que utilizan modelos de redes neuronales, inspirados en el cerebro humano, están demostrando su eficacia en ámbitos antes impensables. Esto nos ha llevado a creer que la IA llegará a ser tan inteligente como nosotros y que resolverá todos nuestros problemas, pero al parecer no es tan así.
Existen tres grandes aspectos que hacen que la IA sea poderosa a su manera: la potencia de cálculo, los modelos matemáticos y las enormes bases de datos.
Hay un ejemplo de por qué ninguna máquina del mundo es capaz de entender todo. El ejercicio consiste en imaginar un vaso de agua sobre una mesa. Un niño sabe muy bien que si se vuelca, el vaso quedará vacío y por eso disfruta derramándolo. Ninguna máquina del mundo es capaz de sentir ese disfrute y por esa razón llevar a cabo esa acción. Otro factor clave que muestra la imperfección de la IA tiene relación a su bajo sentido común de las cosas, recurso que tenemos los humanos y que sería algo que las máquinas no pueden imitar y (según expertos) nunca lo harán.
Los límites de las máquinas dependen de los límites de los datos. Esto debería hacer reflexionar sobre dónde se encuentra el verdadero peligro de la IA. ¿El riesgo es una máquina de ciencia ficción que pueda conquistar el mundo? ¿O el riesgo está en la forma de distribuir y anotar los datos? la amenaza reside en la forma de gestionar los datos más que en las propias máquinas.
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